En una casa viven los papás y dos hijos, uno de tres años y otro de 8, encerrados por la pandemia. Los niños no tienen más que el uno al otro como compañero de juegos. 

El niño de 8 no tiene quien lo desafíe intelectualmente. Nadie que le exija manejar sus emociones en el descanso o en el juego de básquet o de fútbol. Poco a poco, sus habilidades sociales y emocionales, en lugar de progresar, van experimentando una regresión. Como el hermano pequeño no puede desarrollarse cinco años en uno, es el hermano mayor el que se adapta para tener con quien jugar y regularse. 

Esto resulta en una tarea adicional para los papás, ya de por sí sobrecargados: mantener el desarrollo del mayor y provocar el crecimiento de ambos en autocontrol, estabilidad emocional y respuesta a los desafíos.

Aunque este texto parece formar parte de una clase de psicología infantil, se trata, en realidad, de una analogía que intenta marcar un punto de cuidado en las empresas. La pandemia, el Zoom y el aislamiento han provocado el relajamiento de los estándares de mejora esperados y sumado una tendencia a justificar desviaciones y falta de cumplimiento de objetivos, achacándole la culpa a la situación misma.

Los bonos pasaron de ser un bono por resultados a un premio por el esfuerzo y las circunstancias. Como me comentó un empresario, durante este primer año, todo lo bueno ha sido por mí y por mi equipo, mientras que todo lo malo se debe a la pandemia.

En los primeros meses, muchos de los artículos sobre los roles de los líderes se centraban en mostrar al CEO como más humano, compartiendo sus propios temores y sinsabores provocados por la COVID-19 y sus daños colaterales.

Por otra parte, un gran porcentaje de trabajadores ha pasado por periodos de gran estrés, sobrecarga y altas demandas de flexibilidad que los ha hecho aprender cosas nuevas y crecer como profesionales y ejecutivos.

La tarea es analizar tu caso y el de cada uno de tus colaboradores y buscar caminos para no perder el ritmo de crecimiento técnico y de liderazgo de cada uno de ellos.

La retroinformación se complicó con el Zoom. Aun así, las oportunidades de aprendizaje de nuevas capabilities se pueden mantener con, por supuesto, un esfuerzo adicional. 

No esperemos a que el niño de 8 años se convierta en uno de 5. Busquemos que siga creciendo y aprendiendo, cada quien de acuerdo con su edad, su puesto y su proyección.