De todas las explicaciones para entender el presunto fraude de las emisiones de los autos a diesel de Volkswagen, ¿cuál es su favorita? la lista es larga: para los especialistas en estrategia de negocios el crecimiento como objetivo y ganar el título de la mayor empresa productora de autos del mundo que trastoca los valores corporativos es la favorita; los expertos en empresas familiares y gobierno corporativo lo atribuyen al desorden provocado en los órganos de gobierno en donde las familias Porshe y Pietch, los primos, pelean por el control de los Consejos, el territorio y la preponderancia en el poder; para los antropólogos es la naturaleza del liderazgo que falla por igual en Estados Unidos y en Alemania o en cualquier país y finalmente los expertos en organizaciones lo explican por el enorme tamaño y complejidad para gestionar una empresa que tiene docenas de marcas, cientos de fábricas en todo el mundo y más de 600,000 empleados.
Todas estas y muchas más son presentadas y analizadas en periódicos, medios sociales y revistas; pero por desgracia ninguna trae consuelo a cada propietario de carro trucado. Entender qué paso no corregirá la falla del auto y al parecer la solución definitiva no está disponible todavía en todo el mundo.
El mecanismo de alteración de las mediciones de emisiones de los vehículos consiste en un software que se pone en marcha solamente cuando detecta que se está realizando una medición de contaminantes y se desactiva en marcha normal. Según la historia, después de multimillonarias inversiones para desarrollar un motor a diésel ecológico, VW había logrado una tecnología avanzada para controlar las emisiones de los autos y esto le permitió ganar mercado en Estados Unidos y convertirse en la empresa más grande del mundo venciendo a Toyota, que a su vez había desplazado a General Motors en años recientes. La historia está resultando en un fraude de proporciones inéditas.
Un problema de tal complejidad y dimensiones que ha traído ya el descrédito de VW y amenaza a la marca Alemania en general, no puede ser el resultado de un solo factor o tener en el fondo, un solo culpable. Al igual que las grandes catástrofes como Enron, Chernobyl y muchas otras, intervienen factores culturales, organizacionales, prácticas, procesos desviados y factores como la ambición desmedida de los líderes y la falta de supervisión de los altos niveles.
Ahora se está culpando a un pequeño grupo de empleados que tomaron la decisión de efectuar la alteración famosa y de implementarla en millones de autos en todos los países del mundo, aunque muchos argumentan que esto es sumamente difícil de hacer en Alemania, donde la autoridad para tomar decisiones de este tamaño nunca está en los bajos niveles o en los departamentos técnicos.
Hace unos meses, Spiegel Online, la versión electrónica de Der Spiegel, publicó un extenso reportaje sobre las grandes batallas por el poder tras bambalinas y la guerra dinástica entre los herederos del fundador Ferdinand Porshe.
El reportaje se centraba en la batalla más reciente por el control de la empresa entre las familias Piech y Porshe, la tercera generación al frente del negocio. Esta familia tiene la mayoría de las acciones del grupo que controla a todas estas empresas como Audi, Seat, etc.
La conclusión del reportaje era que la situación se había deteriorado tanto en la empresa que estaba a punto de salirse de control. Antes de dos o tres meses la predicción se había cumplido y el descubrimiento del fraude destapó el escándalo.
Las tres grandes empresas de la industria automotriz se han metido en serios problemas en épocas recientes, en medio de la carrera por ser el número uno del mundo. Toyota con sus autos con problema de aceleración sin control cuya multa ascendió a $1.200 millones de dólares, General Motors actualmente en medio de una batalla legal acusada de saber desde el 2005 que había problemas en el encendido de los vehículos, los cuales de pronto dejaban sin energía al auto en marcha, estimando que este problema ha causado más de 100 muertes, pagará $900 millones de multa.
En ambos casos, igual que en el de VW, ya se sabía del problema y las empresas seguían haciendo lo mismo, sin reconocerlo y sin tomar acción para resolverlo. Ciertamente la industria automotriz es complicada, pero hay empresas más grandes en el mundo que tienen operaciones también complicadas y, por ejemplo, una empresa como Walmart tiene más del doble de empleados que VW en el mundo.
En el caso de VW las alarmas ya se habían encendido hace más de dos años, cuando se empezó a conocer que algo no funcionaba con los controles de las emisiones, pero nadie hizo caso, ni el gobierno y sus reguladores, ni los consumidores y mucho menos la empresa.
En el fondo del asunto aparece el problema del liderazgo que se enfrenta a dos opciones, o no estaba enterada la alta dirección de lo que estaba sucediendo y por eso no tomaron acciones para resolver estos problemas, o bien, se enteraron y no detuvieron la producción ante una grave falla, mientras que los operadores de las fábricas si lo hacen cuando detectan un problema de calidad.
En el primer caso son culpables de una grave falta de comunicación en sus empresas, en el segundo, son culpables de privilegiar los ingresos y las utilidades sobre la seguridad de sus clientes y la responsabilidad con el medio ambiente y la ecología, cuando menos.
El liderazgo, que en un momento perdió el camino, va a tardar en demostrar que aprendió la lección. Y en estos tiempos de internet y redes sociales, los consumidores y los grupos organizados estarán muy atentos.
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