En una clásica entrevista a R. Rumelt, autoridad mundial en estrategia de la Escuela de Administración UCLA, le preguntaron cómo era la estrategia de Apple, muy simple contestó, una vez se lo pregunté a Steve Jobs y me dijo que él se sentaba a esperar la siguiente tendencia tecnológica y entonces se ponía en acción y lo hacía con diligencia.
Esta declaración tiene dos elementos, definir el rumbo y ponerse en acción con diligencia, las dos cosas las realiza Apple excelentemente.
El diccionario de la Real Academia Española define diligencia como poner todos los medios para conseguir un objetivo. También como prontitud, agilidad, prisa o cuidado y actividad al ejecutar algo. Raramente se encuentra esta característica o valor organizacional en las declaraciones de rumbo o visión de las empresas y sin embargo es uno de los factores clave de éxito de las empresas como apuntan Rumelt y Jobs.
Para lograr los fines de la organización se tiene que empezar por tener claros los objetivos, las estructuras, estrategias y con esto listo faltan ahora las etapas de la alineación y la ejecución. Y para ejecutar adecuadamente hay que hacerlo con prontitud, con agilidad y también con prisa. Si la empresa opera con una velocidad equivalente a 20Km/hora se nota en la falta de rapidez para hacer cambios, implementar los proyectos y hasta en las acciones de atender reclamaciones de los clientes o reponer las vacantes. Los resultados seguramente llegarán a esa velocidad, despacio.
El otro extremo se presenta cuando todos en la empresa operan como a 150Km/hora pero cada quien va por su lado con acciones que con frecuencia se anulan unas a otras; la velocidad de la organización resultante de estas diferencias también será despacio, con desgastes innecesarios.
Ejecutar con diligencia es moverse a 100km/hora pero todos alineados, así los resultados serán rápidos. Ejecutar con diligencia implica también romper los cercos burocráticos que limitan la organización y aceptar los riesgos de equivocarse. Como dijo el piloto, si sientes que todo está bajo control es que no vas lo suficientemente rápido. Ante la velocidad de cambio de los mercados la organización tiene que moverse con prisa. El riesgo de quedarse atrás es muy alto y el deterioro de resultados se puede presentar sin aviso y con rapidez.
Para ejecutar con diligencia el líder se convierte por necesidad en un administrador del tiempo; en un excelente administrador del tiempo; acordando y exigiendo fechas compromiso conocidas por todos, exigiendo resultados, organizando el año, el mes, la semana, el día y enseñando a toda la organización el valor del tiempo y cómo aprovecharlo. Por supuesto el líder da el ejemplo de velocidad de acción, optimizando la distribución de un propio tiempo y con el respeto al tiempo de sus colaboradores.
Actuar con diligencia lleva a hacer lo que se necesita, a poner los medios para que las etapas que llevan al objetivo estratégico se vayan cumpliendo a tiempo. Si las materias primas escasean, se consiguen, si falta personal se contrata o se reformulan los trabajos de todos los demás para que las tareas se realicen. Con el tiempo esta manera de actuar convierte a la empresa en una organización que cumple compromisos sin excusas, a tiempo.
Resumiendo, para que la empresa progrese la ejecución debe ser impecable y diligente. La integración de los esfuerzos en un ambiente de prontitud y prisa que son indispensables para movilizar a la organización se deben enmarcar en el ritmo de los cambios del mercado, de las personas y de la tecnología.
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